Martín nunca pensó que aquel viernes 5 de octubre de 2018 iba a quedar grabado en su memoria. Eran cerca de las dos de la tarde, manejaba tranquilo por la General Paz en su Peugeot Partner disminuyendo la velocidad a causa del tráfico existente, cuando de repente el auto que iba atrás —una camioneta Mercedes-Benz— que venía  demasiado cerca atrás lo chocó de lleno. El impacto fue tan fuerte que lo empujó hacia adelante y lo hizo chocar otro auto.

Todo pasó en segundos. Sintió un mareo, se le apagó la conciencia y, cuando volvió en sí, estaba atrapado. Las puertas no se abrían y la desesperación le apretaba el pecho. Tuvo que salir por la ventanilla con la ayuda de otros automovilistas. Aturdido, terminó sentado en medio de la autopista esperando que alguien lo socorriera. Minutos después, un helicóptero sanitario bajaba en la General Paz para llevarlo de urgencia al Hospital Santojanni. El diagnóstico fue muy duro: politraumatismos.

Con el correr de los días, Martín esperaba que todo quedara en un susto. Pero el dolor en la espalda no se iba. Un mes después, los estudios confirmaron lo peor: una protrusión discal y una hernia en la columna. Desde entonces, su vida cambió. Lo que antes era normal —sentarse, caminar, dormir— se transformó en un recordatorio constante de aquel choque.

Y como si no alcanzara con el dolor físico, llegó el emocional, miedos, fobia y un cúmulo de malestares que no solo eran producto del choque en sí sino a causa de las lesiones, los dolores y el fuerte impacto de tener que atravesar consultas médicas y estudios invasivos en un país donde el sistema de salud nos plantea otra lucha constante. Para muchos fue “otro choque en la General Paz”. 

Para Martín, en cambio, fue el día en que su vida dio un giro inesperado que supo, con la ayuda del estudio, consiguió una fuerte indemnización para compensarlo.